What’s the point of this song? Or even singing? You’ve already gone. Why am I clinging?
Después de al menos dos álbumes disponibles en el mercado discográfico, O (2002) y 9 (2006), más una recopilación de lados b y algunas grabaciones en vivo, no me parece razonable ni justo creer que Damien Rice sea uno de esos artistas que aparecen una temporada con uno o dos temas geniales, concitando una atención concentrada pero efímera, para desaparecer a continuación sin dejar huella hasta ser rescatados por un late nite show de dudosa categoría o algo por el estilo.
En lo personal, me enteré de su existencia a raíz de la extraordinaria cinta Closer (Mike Nichols, 2004), que comenté en otra ocasión . Damien Rice no era ni más ni menos que la cálida y frágil voz masculina tras las dos bellísimas baladas incluidas en la banda sonora: «The blower´s daughter» y la minimalista «Cold water» , en donde vuelve a compartir micrófono con Lisa Hannigan.
La oportunidad de escuchar un trabajo completo de su autoría me la proporcionó hace poco tiempo una generosa colega cuando finalmente se acordó de dejarme el disco prometido en el cárdex, mientras que uno de mis más queridos amigos, Camilo Rossel, cerró el círculo obsequiándome una copia de la última placa. Confieso que he estado escuchando compulsivamente ambos desde la misma tarde en que empecé a desgranar las primeras líneas de esta reseña, una tarde de abril.
Nacido en Dublín y criado en la rural Celbridge, Damien Rice comenzó a cantar en solitario luego de separarse de su primera banda de rock, Juniper, con la que alcanzó una moderada repercusión en su país natal, luego del giro comercial que esta se vio obligada a dar, bajo las presiones del sello Polygram.
Al parecer, todo habría comenzado en serio para Rice luego de enviarle un demo al productor y compositor para cine, David Arnold, tras volver a casa luego de vivir una temporada en Italia y dedicarse a vagabundear y dar pequeños conciertos alrededor de Europa. El entusiasmo de Arnold por el material enviado por Rice le habría permitido a este grabar su primer álbum, O, lanzado en Irlanda a comienzos de 2002 y, un poco más tarde, en el Reino Unido, alcanzando un enorme reconocimiento por parte de la crítica especializada. Al año siguiente, de hecho, fue reconocido con el prestigioso Shortlist Music Prize estadounidense. Charles Spano, colaborador habitual de AMG, lo caracterizó como “un disco desesperadamente bello, un dilatado himno angélico para un mundo enfermo con la intimidad de un amigo tocando la guitarra en tu living y el esplendor de Sigur Rós” .
Aparte de las baladas incluidas en Closer, se destacan, entre otras, la plañidera «Amie», provista de unos delicados arreglos para cuerdas y una hermosa línea melódica, «Delicate» y «I remember», donde la voz de Rice pareciera desgarrarse en una suerte de rabioso reproche, mientras la música adquiere la fisonomía de un poderoso crescendo. A mi juicio, O hubiera sido una obra perfecta de no ser por la impertinente contralto incluida en el final de «Eskimo» y el dudoso coro polinesio masculino de «Cold Water».
Luego de un ajetreado 2005 y 2006 con su nueva formación, Rice volvió al estudio para grabar su segundo LP. El resultado fue 9, una placa de altísima calidad con la que se consagró como uno de los mejores intérpretes de la música folk británica del último tiempo, categoría con la que habitualmente se lo relaciona con mayor o menor acierto.
Pese a que, según algunos, 9 carece de la madurez de su opera prima, encontramos en ella enormísimas canciones como la terrible «Elephant» que, en ocasiones, pareciera recordar ciertos pasajes de Radiohead, o bien, la misma 9 crimes, con que se abre y, al parecer, titula el disco, puesto que el número de sus temas supera la cifra indicada a modo de rótulo. En «Rootless tree», por otra parte, Rice es capaz de mostrar uno de sus lados más salvajes y obsesivos, tanto musical, como verbalmente, enseñándonos su lado más duro, lo que tal vez constituya una suerte de reminiscencia de lo hecho junto a Juniper, como también en «Me, My Yoke & I». Sin embargo, es en «Grey Room» y «Accidental babies», donde, a mi entender, se encuentra el punto más alto y conmovedor de la grabación. Rice es, indudablemente, un especialista en despecho y abandono.
Como era de prever, la música de Rice gira básicamente en torno al tema del amor y las relaciones humanas, retratados con una notable capacidad evocativa y, en ocasiones, con descarnada crudeza, destacándose un amplio predominio de la guitarra y las cuerdas, como era de esperar en una producción de su tipo. Al igual que la de su compañera Lisa Hannigan, la voz de Damien Rice es cálida y un tanto vacilante, quebradiza en ocasiones, con una mezcla de delicadeza e intensidad que, según algunos, le debería muchísimo a artistas como Leonard Cohen, Bob Dylan o Natalie Merchant, e incluso a John Lennon.
En definitiva, la música de Damien Rice se construye a base de puro sentimiento, y mucho, muchísimo amor. Amor del bueno, del malo, del correcto, del terrible, del conveniente y el equivocado, el que asumimos ante todo el mundo o el que guardamos secretamente en nuestra memoria; el que nos destruye y el que nos vivifica, día tras día, noche tras noche. No escuchar a Damien Rice significa privarse de una de las mejores experiencias musicales que podamos encontrar en el ámbito de la música popular actual, uno de los mejores regalos que nos haya enviado la católica Irlanda durante los últimos años.
Guillermo Riveros Álvarez
PS: Información adicional acerca de Damien Rice en www.damienrice.com, www.myspace.com/damienrice, http://es.wikipedia.org/wiki/Damien_Rice y www.wikimusicguide.com/Damien_Rice, entre muchos otros websites dedicados a su persona. En www.youtube.com, por otra parte, pueden descargarse algunos videos y grabaciones en vivo.