Hay que saltar del corazón al mundo,
Hay que construir un poco de infinito para el hombre.
Vicente Huidobro
Solo a un grupo de almas embebidas de poesía, ingenuo idealismo humanista o locura quijotesca se le podía ocurrir una idea tan estrafalaria como la de enfrentar a dos individuos en torno a una mesa bajo la cálida luz de un reflector y la mirada atenta de un par de discretas cámaras para conversar durante una hora completa acerca de poesía, ciencia, filosofía, literatura y una serie de otros temas de interés, por así decirlo, marginal para gran parte de los telespectadores habituales, sin las impertinentes intromisiones comerciales acostumbradas ni corte alguno, y tratar de fundar un programa de televisión sobre esa base. Pues bien, Cristián Warnken y su equipo lo han hecho, con notable éxito, durante casi una década.
Armado de su enorme y versátil bibliografía, y su peculiar carisma, el espigado poeta, periodista y profesor de castellano Cristián Warnken ha conseguido una suerte de verdadera proeza mediática: fascinar a un pequeño pero fiel público de televidentes por medio de uno de los más antiguos pasatiempos que la humanidad sea capaz de recordar: el diálogo.
Una mesa, dos sillas, algunos libros y la luz de una lámpara constituyen la precisa escenografía de una cita humilde y fabulosa a un mismo tiempo, en que la cultura y la inteligencia tienen un espacio privilegiado para desplegarse a sus anchas durante una hora completa, algo realmente subversivo en un medio tan chabacano y vulgar como la mayor parte de la televisión chilena, desbordante de silicona, crónica roja y payasos genuflexos.
Cientos de horas de filmación y numerosos entrevistados, entre los que puede contarse a afamados escritores como Alejandro Jodorowsky, Armando Uribe y Roberto Bolaño; heterogéneos intelectuales como Alain Touraine y Gianni Vattimo; artistas de la talla de Ra(o)úl Ruiz, Juan Pablo Izquierdo y Hugo Marín; poetas, como Gonzalo Rojas y Óscar Hahn, o historiadores como Alfredo Jocelyn-Holt constituyen un indicio aproximado de la naturaleza y altura de las conversaciones sostenidas en La belleza de pensar.
Y aunque es posible que mi recomendación llegue a ustedes con algunos años de retraso, prefiero eso a perder la oportunidad de recomendarles uno de los mejores programas de la televisión chilena que haya tenido la oportunidad de seguir.
Quienes aman el diálogo y las ideas, como yo, sin duda se regocijarán. Quienes se atrevan a sintonizar el programa por primera vez, sin duda tendrán la oportunidad de apreciar la poderosa aunque sutil belleza de pensar.
Guillermo Riveros Álvarez