“We all need memories to remember who we are. I'm no different.”
Puede que el estreno de una nueva reencarnación de Batman sea una buena oportunidad para hablar de quien se oculta, esta vez, tras el uniforme blindado. No me refiero a Christian Bale, el actor, sino al joven director británico Christopher Nolan, a mi juicio, uno de los más innovadores y sofisticados directores de cine "de acción" del último tiempo, reclutado actualmente por la devoradora maquinaria hollywoodense aunque, espero, no perdido para siempre.
El encuentro de Nolan con la cámara es bastante prematuro. De hecho, a los siete años ya se encuentra preparando sus primeras obras con una cámara de 8 mm. que le obsequia su padre. Luego de estudiar literatura inglesa en la Universidad de Londres y llevar a cabo una serie de experimentos en su tiempo libre logra, finalmente, terminar su primer largometraje: Following [1], una cinta perteneciente al así llamado "cine negro" o post-noir, filmada durante algunos fines de semana, por la increíble suma de 6.000 libras, escrita y dirigida por él mismo, en la que ya se advierten con meridiana claridad los motivos que constituirán su personalísimo estilo, calificado de cerebral, intrincado y "psicológicamente demandante", por mencionar solo algunos calificativos que algunos entusiastas críticos le han colgado.
A mi juicio, algunas de las características más sobresalientes de este mencionado estilo son una audaz forma de narración no tradicional, caracterizada por lo fragmentario, elíptico y contrapuntístico, o bien, por una suerte de completa inversión o transgresión de la secuencia cronológica de las acciones [2], como en Memento; la soberbia capacidad de generar atmósferas y tensión por medio de un osado y efectivo uso de todos los elementos y recursos propios del séptimo arte: cámara, edición (Dody Dorn), montaje, actuaciones (Al Pacino, Carrie-Anne Moss, Alex Haw), ritmo narrativo, música (David Julyan, principalmente), más una suerte de tratamiento o, más bien, colateral aunque sistemático cuestionamiento —si se quiere metafísico o existencialista— de la realidad, que se desprende como una suerte de seductor aunque cáustico perfume de cada uno de los distintos relatos con los que hasta ahora ha construido sus largometrajes, cuestionando grandes temas humanos como el de la identidad, el tiempo [3], la rectitud moral, el mal y la manipulación —especialmente la manipulación [4]—, la importancia de la memoria o la mismísima realidad [5], que contribuyen a dotar a sus películas de un imprevisto "valor agregado" que al menos algunos espectadores apreciamos largamente. [6]
Sus peculiares héroes o antihéroes, por su parte, parecieran conformar una extraña casta de obsesivos y complejos solitarios, que deben fundar su propio código o «sistema» [7] para sobrevivir y llevar a cabo sus cometidos ("reunir material" literario o un botín; vengar o resolver un crimen) en una sociedad o un mundo que rechazan, son incapaces de entender (Leonard en Memento), o bien, los hostiliza y/o margina, ya sea apartándolos del sistema productivo y el trabajo asalariado (Following), o bien, privándolos de la memoria (Memento), el sueño (Insomnia) o la familia (Batman).
Podrían, sin duda alguna, agregarse muchos otros temas a los arriba esbozados, como el constante motivo de la "búsqueda" o "investigación", que en un comienzo parece tratar acerca de un tópico un tanto ajeno al sujeto en cuestión (aunque no necesariamente ajeno) para acabar volviéndose sobre el mismo sujeto, con una insospechada fuerza introspectiva, como se advierte con toda claridad en Memento e Insomnia. De hecho, en esta última, el detective Will Dormer se ve acosado por el significativo departamento de "Asuntos Internos", dirigido por un tal John Warfield, empeñado en hacerle la "guerra" debido a una serie de procedimientos dudosos aparentemente llevados a cabo por Dormer con el fin de acelerar y definir ciertos procesos judiciales, poniendo en tela de juicio una carrera brillante y reputada.
En suma, me parece que Christopher Nolan constituye un notorio caso de cineasta exigente y extraordinariamente conciente de sus obsesiones y métodos fílmicos, que no se deja digerir con la misma facilidad de los demás productos del mainstream (al que Nolan, sin embargo, admite pertenecer sin empacho alguno), ni se degrada a sí mismo como creador subestimando a su público, mostrándose más dispuesto a poner obstáculos en el camino del espectador que a brindarle un producto predigerido y rápidamente olvidable. Con la presumible excepción, claro está, de Batman begins, al parecer, una especie de fantasía de infancia hecha realidad [8] y una enorme concesión a la facilista industria del espectáculo.
En Following, Bill (Jeremy Theobald), un joven aprendiz de escritor desempleado que se dedica a perseguir ("shadowing") desconocidos con el fin de buscar material para sus relatos, se ve inesperadamente atrapado en su propia red al involucrarse con un enigmático individuo (Cobb, interpretado por un notable Alex Haw) que parece haberse adelantado a sus métodos "voyerísticos", radicalizándolos por medio de la súbita intervención en la vida privada de las personas cuyas viviendas allana y roba, con el supuesto propósito de darles una lección moral, aparte de despojarlos de ciertas posesiones que parecen no necesitar. [9] Pronto, sin embargo, el juego perderá toda “inocencia” para convertirse en la fachada de un peligroso negocio que hará de Bill una presa fácil de su propia curiosidad, su deseo y su codicia. Habrá por supuesto, todos los elementos característicos del cine negro: policías, ladrones y una rubia femme fatale recuperada de los años cincuenta, al tiempo que la película se desarrolla como una suerte de confesión que poco a poco nos revela los cambios y las peripecias que experimenta Bill para alcanzar un nuevo umbral de conocimiento y, tal vez, una nueva identidad.
A quienes no han tenido la oportunidad de ver Memento aún les diré, sin exagerar, que se han perdido uno de los mejores thrillers del último tiempo y, con toda probabilidad, la obra maestra del joven director británico, entre otras cosas, porque Nolan ha logrado la no despreciable proeza de construir un enigma virtualmente irresoluble ("a puzzle you can never solve") y abierto [10] a partir de un guión de su hermano Jonathan, que mezcla tráfico de drogas, amnesia temporal y el ya mencionado cuestionamiento metafísico acerca de la propia naturaleza de la realidad, prácticamente inédito en una película de su especie.
Leonard Shelby (Guy Pearce), un ex investigador de una empresa de seguros de San Francisco, debe luchar contra un severo problema de pérdida de la memoria de corto plazo (que le impide crear nuevos recuerdos) y una serie de individuos poco fiables, con el propósito de vengar el crimen de su esposa y su propia peculiar amnesia, al parecer desarrollada como consecuencia del mismo ataque. Para ello, ha logrado confeccionar un complejo sistema mnemotécnico compuesto por fotografías Polaroid, mapas, notas y tatuajes que lo ayudan a no extraviarse en un patético absurdo [11], o bien, a no perderse definitivamente en medio de la confusa ciénaga de las relaciones humanas, contaminadas por la más siniestra ambigüedad de propósitos e intenciones; básicamente, sus relaciones con un presunto policía encubierto llamado John Edward Gammell o "Teddy" (Joe Pantoliano) y una aparentemente bien dispuesta mesera, Natalie, interpretada por una perturbadora Carrie-Anne Moss [12].
La historia principal de Memento ("recuerdo") se desenvuelve aparentemente en sentido inverso al cronológico, como lo he señalado antes, o bien, desde el presente hasta el pasado, en contraste con la historia del paciente que el propio Shelby ha perjudicado con el veredicto esgrimido en su anterior trabajo de investigador para una empresa de seguros, constituyendo una de las más comentadas y alabadas proezas narrativas del último tiempo en el cine.
De Insomnia puede decirse que en ella, aparte de reunir a dos brillantes figuras de la pantalla grande en el remake de un thriller noruego de 1997, dirigido originalmente por Erik Skjoldbjærg y protagonizado por Stellan Skarsgård [13], Nolan ha logrado recrear un brillante relato policial en medio de los impresionantes paisajes de la bella aunque hostil Alaska que, si bien es cierto, no le pertenece en tanto autor o coautor, como las anteriores, representa una buena excusa para desarrollar al menos una parte de los motivos, obsesiones o características que le hemos atribuido como componentes de su particular estilo o mirada.
Will Dormer (Pacino) es un viejo y prestigioso policía de Los Angeles que debe viajar a Alaska para resolver el misterio de un asesinato, acompañado de su amigo y compañero, Hap o Eckhart, con quien se encuentra relativamente molesto debido a que éste discrepa en cuanto a los métodos y pasos que deben ser tomados en la investigación llevada a cabo por el departamento de Asuntos Internos de Los Angeles, que implica a Dormer, poniendo en tela de juicio su reputación y, posiblemente, su carrera. Por una suerte de confuso accidente en medio de una espesa niebla, mientras persiguen a un probable sospechoso o el mismo asesino, Dormer dispara a su compañero, hiriéndolo de muerte, precipitándose, de esta forma, en una espiral negativa de condenación en la que irá derrumbándose profesional y moralmente hasta caer en las sucias manos de su némesis o «sombra», el mediocre aunque popular escritor local de novelas de detectives, Walter Finch [14], quien no perderá la oportunidad para manipular, implicar y homologarse a Dormer en términos de trabajo, insomnio [15] y culpabilidad, por medio de intrigantes llamadas telefónicas [16] o furtivos encuentros, todo esto en medio de la pesquisa llevada a cabo por los provincianos policías de "Nightmute" y los ojos atentos de la meticulosa detective Elie Burr (Hillary Swank), quien advierte en Dormer una especie de mentor. En definitiva, una cinta de caída y expiación, fuertemente anclada en lo moral y la exploración psicológica.
En cuanto al propio Batman inicia, creo que es muy poco lo que se puede agregar, dada la enorme popularidad del personaje de historietas. Si bien no me parece admisible afirmar que el brillante londinense haya traicionado por completo sus orígenes de creador independiente, sí creo que puede arriesgarse la hipótesis de que no ha logrado trascender las limitaciones propias de un género, a mi parecer, menor, como el cómic, caracterizado de modo tan rotundo por el predominio de ciertos valores criptofascistas y generalmente contaminado por una obsecuente complacencia hacia EE. UU., además de un aberrante esquematismo argumental y psicológico, básicamente, por mencionar solo algunos aspectos. De cualquier manera, no creo que quienes se animen a ir al cine para ver al más atormentado que nunca caballero negro pierdan del todo inútilmente su tiempo, puesto que la cinta se sostiene de un modo bastante eficiente, como más de algún digno producto de la cultura de masas, con una verdadera artillería de retruécanos narrativos, en las que también puede adivinarse la coautoría de Nolan, efectos especiales de gran nivel, un ostentoso despliegue de nueva bati-tecnología, una partitura potente, compuesta a cuatro manos por Hans Zimmer [17] y James Newton Howard [18], y, por supuesto, la soberbia dirección del británico, que hacen de la cinta un relato entretenido, relativamente sólido (aunque para nada verosímil) y, por sobre todo, atractivo en tanto espectáculo, lo que no se condice con los 140 minutos que el largometraje efectivamente dura. Sobre todo, si se es un fanático de los superhéroes.
En cuanto a mí, me quedo con el primer Nolan, aquel intrincado jovencito que con solo treinta y cinco años ha logrado atesorar una filmografía sobresaliente, sofisticada, madura y elegante, que invito calurosamente a explorar o redescubrir. Será una aventura no exenta de riesgos o perplejidad, pero sin duda una aventura visual e intelectualmente estimulante. Solo queda esperar que el muchacho no pierda completamente su camino ahora que cuenta con presupuestos multimillonarios, y vuelva a retomar la senda de la inteligencia, la sutileza y la complejidad, cualidades que hasta ahora han caracterizado la mayor parte de su obra.
El tiempo será, como siempre, el mejor juez.
Guillermo Riveros Álvarez
[1] ¿"El perseguidor"? Sinceramente, no conozco la traducción exacta con que este largometraje pudo haber llegado hasta nuestro país, si es que alguna vez lo hizo. No lo creo.
[2] Hazaña, por cierto, reeditada con notable acierto en la ominosa y polémica Irréversible (2002) del director franco-argentino Gaspar Noé.
[3] “How I am supposed to heal if I cannot feel time?” Leonard Shelby en Memento.
[4] En absolutamente todos los filmes de Nolan se advierte la presencia de uno o más personajes ejerciendo un control perverso sobre otro(s), como si se encontraran enfrascados en una sórdida dialéctica hegeliana de "amo(s) y esclavo(s)". Cobb sobre Bill y la rubia en Following; Teddy y Natalie sobre Leonard en Memento; Finch sobre Dormer y viceversa en Insomnia, y Henry Ducard sobre Batman en la cinta homónima, por solo mencionar algunos casos.
[5] "You don't know the truth. You make up your own truth." Teddy en Memento.
[6] Recordemos que Nolan trabaja con el género de acción y no con la poética (o "cinemática") de un Bergman o un Tarkovsky.
[7] "You really need a system if you're going to make it work"; "I'm disciplined and organized. I use habit and routine to make my life possible". Leonard Shelby en Memento.
[8] Una mera hipótesis, sin duda, deducida luego de haber hallado sorpresivamente el signo del superhéroe en la puerta de la habitación del protagonista de su primer largometraje.
[9] "You take them away, and then you show them what they had." Cobb en Following.
[10] En el sentido expuesto por Umberto Eco en su ensayo Obra abierta de 1962.
[11] Como Sammy Jankis, uno de sus propios clientes, a quien termina denegándole la póliza de seguro por falta de credibilidad.
[12] A quien hemos tenido la oportunidad de ver propinando espectaculares patadas en cámara lenta y dando brincos de un edificio a otro como "Trinity" en Matrix, la saga de los hermanos Wachowsky.
[13] Breaking the waves (Contra viento y marea; 1996) y Dogville (2003) de Lars von Trier, y Good Will Hunting (1997) de Gus van Sant.
[14] Robin Williams en uno de los roles más inusuales de su carrera (más tarde reciclado en la interesante One Hour Photo de Mark Romanek (2002)), marcada a fuego por el repetitivo rol de individuo sensible y desinteresado, capaz de entenderlo todo y brillar por sus nobles sentimientos. Dead poet society (La sociedad de los poetas muertos; Weir, 1989); Awakenings (Despertares; Marshall, 1990), Good Will Hunting (Van Sant, 1997), son, por cierto, algunos de sus papeles más dignos, pero hay bastantes otros.
[15] "Will Dormer" ("¿voluntad de dormir?") es, paradójica y virtualmente, incapaz de conciliar el sueño mientras dura el caso (siete días con sus seis noches) debido a la implacable luz veraniega de Alaska, donde la noche prácticamente no existe durante cinco meses.
[16] Lo que también ocurre en Memento con aún mayor frecuencia: ¿otro leitmotiv?
[17] Thelma & Louise (Scott, 1991), Thin red line (La delgada línea roja; Malick, 1998), Gladiator (Scott, 2000), The Last Samurai (El último samurái; Zwick, 2003), entre muchísimas otras.
[18] The Prince of Tides (El príncipe de las mareas; Streisand, 1991), The sixth sense (Sexto sentido; Shyamalan, 1999), Signs (Señales; Shyamalan, 2002).