24 de septiembre de 2004

Poemas para combatir la calvicie. Antología poética de Nicanor Parra.


Nicanor Parra cumplió 90 años el pasado 5 septiembre y, al igual que ocurrió con Neruda en julio, el acontecimiento hizo correr la tinta y generó una serie de iniciativas para celebrar cada uno de sus méritos y agudezas, como la exposición de algunos antipoemas en uno de los convoyes “boas” del Metro por parte del gobierno. El hombre, sin duda, tiene virtudes de sobra para semejante trato. No solo ha desarrollado admirablemente una de las corrientes más fructíferas de la poesía chilena —la antipoesía[1]—, influenciando a la poesía joven de nuestro país y buena parte de la literatura iberoamericana, sino que también es un eximio traductor de Shakespeare, cuenta con un título en Mecánica Racional, Cosmología y una destacada posición ecologista y macrobiótica, además de una membresía en la Academia Chilena de la Lengua. Ha obtenido numerosos reconocimientos y galardones literarios, como el Premio Municipal (1938), Nacional (1969) y Juan Rulfo (1991), convirtiéndose en el autor más recurrido del último tiempo a la hora de pensar en un nuevo Nobel para nuestro país. Y aunque debo confesar que el antipoeta no es un santo de mi devoción, me parece que su obra merece ser conocida y juzgada individualmente, por constituir un punto de referencia obligatorio para nuestra cultura. La antología Poemas para combatir la calvicie, publicada por primera vez en 1993 por el Fondo de Cultura Económica, me parece una acertadísima oportunidad para ello. Recopilada por el académico y escritor peruano Julio Ortega, Poemas…reúne una extensa muestra de las numerosas creaciones de Parra, desde Poemas y antipoemas (1954) hasta algunas de sus últimas publicaciones, como Hojas de Parra (1985) y el Discurso de Guadalajara con motivo del Premio Juan Rulfo, pasando por Artefactos (1972) y Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), brindándonos una panorámica, aunque justa idea de su vasta producción. El humor inteligente, cáustico y paradójico (“el saber y la risa se confunden”), la ironía (“la muerte es un hábito colectivo”), su irreverencia e incesante búsqueda formal (“en poesía se permite todo”), el collage, la recuperación del lenguaje común (“los poetas bajaron de Olimpo”), del habla campesina y ciertas formas propias del folclore (“Brindo, dijo un lenguaraz, / por moros y por cristianos / yo brindo por lo que venga / la cosa es brindar por algo.”), tan distintas de los versos de la poesía “paraíso del tonto solemne” y sentimental; su escepticismo y descreimiento (“a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos”), más una serie de otras actitudes y diversos procedimientos se hacen presente en cada una de sus creaciones, constituyendo la marca registrada de un inconfundible estilo de poetizar, “más chileno que el mote con huesillos”, imitado pero difícilmente superado. Además de contar con una notable selección de los mejores trabajos de Parra, la antología del FCE incluye una serie de reproducciones de textos manuscritos —su caligrafía bien lo vale, por cierto— y otros “artefactos” dignos de interés. Poemas para combatir la calvicie nos depara, sin duda, una lectura amena y divertida, además de la posibilidad de impregnarnos de la contagiosa (anti)poética de nuestro más insigne bufón.


Guillermo Riveros Álvarez


[1] Aunque en un sentido distinto al promovido por Vicente Huidobro.