25 de noviembre de 2004

Abecedario (subjetivo) de la globalización. Diccionario de actualidad política y económica de Ignacio Ramonet, Ramón Chao y Wozniak.

Desde hace un tiempo a esta parte, se nos viene repitiendo machacona y triunfalmente una suerte de letanía que tarde o temprano todos hemos terminado por asumir como cierta e inevitable: que vivimos en un mundo cada día más interconectado, caracterizado por la implantación de un particular modelo de la democracia y la economía. En definitiva, que vivimos en la era de la globalización[1]. Pero ¿sabemos a ciencia cierta en qué consiste dicho proceso o etapa de globalización? ¿Cuál es su origen, sus instituciones promotoras, sus efectos sobre la vida humana, el planeta y la historia? Me atrevo a sostener que no. Al menos, no de un modo cabal. Por eso es que me he decidido a recomendarles un libro que considero de suma utilidad para entender los tiempos que corren. O al menos una buena parte. De allí el aspecto “subjetivo” del título, supongo.

Abecedario (subjetivo) de la globalización, en efecto, constituye una suerte de diccionario de dicha proteica noción elaborado por tres autores de renombre internacional: Ignacio Ramonet, uno de los máximos responsables del prestigioso diario francés Le monde diplomatique[2], inspirador intelectual del movimiento altermundialista ATTAC[3] y autor de una serie de libros afines al presente, como Un mundo sin rumbo (1997) y Guerras del Siglo XXI (2002), por solo mencionar algunas de sus credenciales; Ramón Chao, escritor, periodista y redactor en jefe de Radio Francia Internacional y padre del famoso cantautor Manu Chao; y el polaco Jacek Wozniak, pintor e ilustrador de revistas, diarios y periódicos, como Lire y Libération. Los tres han unido sus respectivos talentos para presentarnos una suerte de marco panorámico del mundo actual. Para ello ha hecho uso de una serie de nombres, personajes, países, siglas y conceptos particularmente significativos. Muchos de ellos, bastante conocidos, como Al Qaeda, paraísos fiscales, McDonald’s, FMI, Michael Moore o Banco Mundial. Algunos otros, menos diáfanos, pero no por eso menos atingentes y actuales, como APEC, José Bové, Naomi Klein, Club de Roma, Zapatismo.

Nuestro orbe en noventa y nueve entradas especialmente escogidas para brindarnos una descripción crítica, informada y alternativa de este acelerado proceso, del que mucho se escucha, pero muy poco se sabe, porque las grandes decisiones recaen, como casi siempre, en un minúsculo grupo de individuos, a puerta cerrada. En resumidas cuentas, una suerte de manual que nos permite comprender, juzgar y tal vez intentar cambiar lo innecesario, injusto e inhumano de nuestra sociedad, cada vez más desigual en oportunidades, desproporcionada en alternativas y mutilada cultural y ecológicamente. Un mundo, en definitiva, amenazado por una serie de males aunque, al mismo tiempo, imbuido de una nueva esperanza. La esperanza que tal vez surge de poder imaginar y construir otro mundo, desde nuestra propia circunstancia. Revelador, ameno e imprescindible.


Guillermo Riveros Álvarez



[1] O “mundialización”, para el ámbito francoparlante.

[2] Con numerosas versiones vernáculas, como la chilena. Más información en NSL de septiembre de 2003.

[3] Asociación por una Tasa a las Transacciones especulativas y la Acción Ciudadana. Pretende, entre otras cosas, gravar con un impuesto (Tasa Tobin) a cada una de las transacciones financieras que viajan por el mundo diariamente, causando inestabilidad, pobreza y “debilitando la democracia”. Más información en www.attac.org; www.attac.cl.

9 de octubre de 2004

Antes del amanecer / Antes del atardecer. Director y coguionista: Richard Linklater. Reparto: Ethan Hawke y Julie Delpy.


Journalist #1: Do you consider the book to be autobiographical?
Jesse: Uh, well, I mean... isn't everything autobiographical?

¿Puede un encuentro fortuito cambiar la vida de dos personas para siempre? Suena como una de aquellas afectadas preguntas que Carrie Bradshaw podría haberse formulado a la mitad de algún capítulo de Sex & the City pero es, sin duda alguna, al menos una de las ideas que debieron motivar a Richard Linklater a escribir y dirigir no solo una, sino dos entrañables películas largamente separadas en el tiempo: Antes del amanecer (1995) y Antes del atardecer (2004), con la colaboración de Ethan Hawke y Julie Delpy.
Por prejuicios varios, debo reconocer que nunca fui a ver la primera de ellas durante su estreno, aunque aún recuerdo las ganas que tenía Francisca, una de mis amigas universitarias, de asistir. De seguro influyó en mi decisión el hecho de que yo no tuviera demasiado presupuesto para gastar en lo que no parecía más que un estereotipado romance entre dos desconocidos en alguna metrópoli europea, como tantas otras, o algo por el estilo pero, luego de nueve largos años, debo reconocer que la fórmula efectivamente funciona, porque Linklater ha vuelto a repetirla con habilidad considerable en una de las ciudades más abusadas por el cine comercial: París. En una de esas, me estoy ablandando con los años o algo por el estilo, pero no puedo estar tan solo en esto, porque ambos filmes han recibido una cálida respuesta de público y crítica, lo que no es usual.
El argumento de ambas es bastante simple. A decir verdad, casi minimalista, pero en este caso específico la sencillez se ha conjugado con el talento para conformar dos sendas producciones llenas de vigor y belleza; la belleza que sin duda se obtiene cuando se alcanza a tocar, aunque sea tangencialmente, un pedacito de la verdad humana, sin aspavientos ni grandilocuencia, sino tratando de ser lo más honesto —artísticamente— posible o, al menos, parecerlo.
El primer encuentro, que llena los 101 minutos de Antes del amanecer, ocurre en Viena. Céline y Jesse son un par de jóvenes turistas —ella, francesa; él, estadounidense— que se tropiezan en un vagón del tren que los transporta desde Budapest y deciden pasar la noche juntos deambulando por la capital austriaca. El recorrido, no obstante, no es más que un pretexto para echar a andar la trama y exponer a los protagonistas a lo que parece una circunstancia ajena a lo corriente, debido a la presencia de una serie de signos y presentimientos. Previsiblemente, ocurren muchas cosas; muchas otras son dichas y, otras tantas, apenas deseadas. La noche deviene, a un mismo tiempo, eterna y efímera, porque después de haber alcanzado la utopía de una perfecta convergencia, deben separarse para volver a ser lo que han dejado de ser, luego de haber prometido regresar, pasados seis meses, a la misma estación de tren. Previsiblemente, nunca lo hacen, porque la abuela de Céline ha sido enterrada el mismo día de la cita, impidiéndole acudir.
Casi una década más tarde, vuelven a encontrarse. Es el argumento de Antes del atardecer. Esta vez, en la capital francesa, que es donde el ahora best-seller Jesse Wallace ha viajado para promocionar su novela. Específicamente, en la librería Shakespeare & Company, hasta donde ha llegado Céline para verlo por segunda vez. Ambos están aparentemente cambiados y, con la distancia que impone el tiempo, logran hablar de aquel lejano episodio que inspiró la novela de Wallace, al tiempo que recorren París. Hay mucho que contar, por ambos lados. Céline ha seguido el camino de lo social, integrándose en la Cruz Verde y llevando a cabo otra serie de iniciativas semejantes, mientras Jesse se ha decantado por la creación literaria y la vida matrimonial. Vidas relativamente armadas, que parecen resquebrajarse a medida que avanza la cinta, como una tenue máscara. Aún hay cuentas que ajustar, deseos insatisfechos y el lapso que media entre la presentación de una romántica novela y el próximo vuelo a Nueva York, elementos todos que parecen precipitar los inevitables clichés del cine estadounidense.
Pero Linklater no es un cineasta común y corriente, sino un maestro del suspense. Conoce su trabajo y lo maneja con maestría y una buena dosis de sadismo. La verosimilitud de ambas situaciones es perfecta y los diálogos, estupendos, al igual que los personajes. El deseo y la ternura vuelven a estremecer la pantalla con la presencia de dos amantes perfectamente (re)encarnados por el otrora atribulado Ethan Hawke , también novelista en la «vida real», y la precozmente descubierta por Jean-Luc Godard en 1985 para su cinta Détective, Julie Delpy , quien aparte de actuar con suma naturalidad y franqueza, se luce cantando una de sus propias composiciones antes de largarse a bailar con espontánea sensualidad un animado tema de Nina Simone.
Nos preguntamos, ansiosos, si habrá una tercera parte y cuánto tiempo tendrá que pasar esta vez para saber qué fue lo que efectivamente sucedió entre estos amantes inmortales tras su postergado encuentro. La vara ha quedado demasiado alta, nuevamente. La invitación está hecha. Dependerá de cada uno de nosotros resolver el nuevo nudo planteado por este afiatado ménage à trois cinematográfico.
Dependerá de cada uno de nosotros, saber esperar.

Guillermo Riveros Álvarez

24 de septiembre de 2004

Poemas para combatir la calvicie. Antología poética de Nicanor Parra.


Nicanor Parra cumplió 90 años el pasado 5 septiembre y, al igual que ocurrió con Neruda en julio, el acontecimiento hizo correr la tinta y generó una serie de iniciativas para celebrar cada uno de sus méritos y agudezas, como la exposición de algunos antipoemas en uno de los convoyes “boas” del Metro por parte del gobierno. El hombre, sin duda, tiene virtudes de sobra para semejante trato. No solo ha desarrollado admirablemente una de las corrientes más fructíferas de la poesía chilena —la antipoesía[1]—, influenciando a la poesía joven de nuestro país y buena parte de la literatura iberoamericana, sino que también es un eximio traductor de Shakespeare, cuenta con un título en Mecánica Racional, Cosmología y una destacada posición ecologista y macrobiótica, además de una membresía en la Academia Chilena de la Lengua. Ha obtenido numerosos reconocimientos y galardones literarios, como el Premio Municipal (1938), Nacional (1969) y Juan Rulfo (1991), convirtiéndose en el autor más recurrido del último tiempo a la hora de pensar en un nuevo Nobel para nuestro país. Y aunque debo confesar que el antipoeta no es un santo de mi devoción, me parece que su obra merece ser conocida y juzgada individualmente, por constituir un punto de referencia obligatorio para nuestra cultura. La antología Poemas para combatir la calvicie, publicada por primera vez en 1993 por el Fondo de Cultura Económica, me parece una acertadísima oportunidad para ello. Recopilada por el académico y escritor peruano Julio Ortega, Poemas…reúne una extensa muestra de las numerosas creaciones de Parra, desde Poemas y antipoemas (1954) hasta algunas de sus últimas publicaciones, como Hojas de Parra (1985) y el Discurso de Guadalajara con motivo del Premio Juan Rulfo, pasando por Artefactos (1972) y Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977), brindándonos una panorámica, aunque justa idea de su vasta producción. El humor inteligente, cáustico y paradójico (“el saber y la risa se confunden”), la ironía (“la muerte es un hábito colectivo”), su irreverencia e incesante búsqueda formal (“en poesía se permite todo”), el collage, la recuperación del lenguaje común (“los poetas bajaron de Olimpo”), del habla campesina y ciertas formas propias del folclore (“Brindo, dijo un lenguaraz, / por moros y por cristianos / yo brindo por lo que venga / la cosa es brindar por algo.”), tan distintas de los versos de la poesía “paraíso del tonto solemne” y sentimental; su escepticismo y descreimiento (“a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos”), más una serie de otras actitudes y diversos procedimientos se hacen presente en cada una de sus creaciones, constituyendo la marca registrada de un inconfundible estilo de poetizar, “más chileno que el mote con huesillos”, imitado pero difícilmente superado. Además de contar con una notable selección de los mejores trabajos de Parra, la antología del FCE incluye una serie de reproducciones de textos manuscritos —su caligrafía bien lo vale, por cierto— y otros “artefactos” dignos de interés. Poemas para combatir la calvicie nos depara, sin duda, una lectura amena y divertida, además de la posibilidad de impregnarnos de la contagiosa (anti)poética de nuestro más insigne bufón.


Guillermo Riveros Álvarez


[1] Aunque en un sentido distinto al promovido por Vicente Huidobro.

18 de agosto de 2004

Machuca. Largometraje dirigido, coproducido y coescrito por Andrés Wood (2004).


La amistad entre dos niños de diferentes clases sociales es el punto de partida para Machuca, el cuarto film de Andrés Wood[1], estrenado durante la primera semana de agosto de este año: una acertada exploración a nuestra particular idiosincrasia en la época más efervescente de nuestro pasado próximo, el año 1973.

Todo comienza cuando el padre McEnroe, rector del exclusivo colegio Saint Patrick, movido por sus profundas convicciones igualitarias, decide llevar un grupo de niños pobres para ser educados junto a sus pares más pudientes, sin distinciones de ningún tipo. Gonzalo Infante (Matías Quer) es uno de ellos y Pedro Machuca (Ariel Mateluna), uno de los recién llegados. Previsiblemente, el encuentro inicial es áspero y desconfiado, pero Gonzalo y Pedro logran salvar las diferencias y convertirse en compañeros entrañables, invitándose a sus respectivas casas, ayudándose en la calle y el colegio, haciendo de la bicicleta un puente entre dos mundos. Tanta es la afinidad existente entre los dos niños que incluso llegan a compartir los dulces besos de Silvana, interpretada por una notable Manuela Martelli, en una escena inolvidable. Todo esto, al menos, mientras la convivencia es posible. Eso, con respecto a la historia íntima de la película. En un plano mayor, podemos apreciar las vicisitudes y conflictos familiares, las encendidas manifestaciones callejeras de los últimos meses de la Unidad Popular, el mercado negro y una creciente radicalización social que terminará con los Hawker Hunter yendo a bombardear el edificio de La Moneda.

Pero la película de Wood no se agota solo en el contenido, en absoluto panfletario ni pontificante, sino empático y respetuoso. Formalmente, Machuca se presenta ante nosotros como una producción de extraordinaria calidad técnica y profesional, que destaca, entre otras cosas, por la lograda ambientación de época, su escrupulosa fotografía, evocativa banda sonora y un excelente reparto de actores consagrados, como Tamara Acosta, Francisco Reyes, Aline Kuppenheim, Luis Dubó, Federico Luppi, más otros por consagrar, como los ya mencionados protagonistas infantiles, sencillamente magníficos. Mención aparte, sin embargo, merece el otrora gringo villano de Subterra (Ferrari, 2003) Ernesto Malbrán en el rol del Father McEnroe, inspirado en el mítico rector del Saint George entre 1969 y 1973, Gerardo Wheelan, a quien está dedicada la película.

Nunca es fácil referirse a los acontecimientos que llevaron al descalabro de 1973 debido a la abismante diferencia de opiniones que siguen dividiéndonos aún hoy, a treinta y un años del golpe militar, pero Machuca es un notable y conmovedor intento por tratar de averiguar lo que fuimos y lo que somos, nuestras virtudes y defectos, y sin duda alguna, otro enorme paso adelante en el cine chileno.

Imprescindible.


Guillermo Riveros Álvarez



[1] Andrés Wood es también responsable de Historias de fútbol (1997), El desquite (1999) y La fiebre del loco (2001).

29 de julio de 2004

Residencia en la tierra. Poemas de Pablo Neruda.


No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.
«Walking around».

Era de esperar que en el centenario del nacimiento de nuestro segundo Nobel de Literatura se abatiera sobre nosotros una verdadera avalancha de actos, homenajes, y conmemoraciones de todo tipo para celebrarlo. Neftalí Ricardo Eliecer Reyes Basoalto, más conocido por su seudónimo de Pablo Neruda, de hecho, lo merece; sobradamente.
Lo que a todas luces no merece es que se utilice su imagen de un modo frívolo y comercial, transformando su figura en una moneda inocua, descafeinada, mera excusa para todo tipo de manipulaciones, destacando únicamente su faceta de “poeta del amor” (aunque lo sea, y muy bueno) o la de “poeta de las cosas”, desvirtuando de este modo otras cualidades o aspectos menos conocidos, como el de su compromiso con la clase trabajadora o bien, con lo más importante a la hora de juzgar a un creador en tanto tal: su obra misma. En consonancia con esto es que quiero aprovechar estas fechas para invitarlos a redescubrir a Neruda, con ojos y oídos nuevos, partiendo por una de las obras menos leídas o difundidas entre el público general y, a mi juicio, más conmovedoras de su prolífica producción: Residencia en la tierra.
Razones para esta suerte de olvido hay varias, como, por ejemplo, la palpable dificultad de una buena parte de los textos, motivados a un tiempo por un ansia vanguardista y formal y un hondo sentimiento; sobre todo, en el caso de los pertenecientes a las dos primeras Residencias, escritos durante “la época más dolorosa de mi poesía” y “la más solitaria de mi vida”, aunque también “la más luminosa, como si un relámpago de fulgor extraordinario se hubiera detenido en mi ventana para iluminar mi destino por dentro y por fuera” .
Por otra parte, es necesario aclarar que Residencia en la tierra no es solo un libro, sino tres, publicados respectivamente en 1933, 1935 y 1947. Los poemas incluidos en estos, a su vez, fueron escritos entre 1925 y 1945, es decir, durante un considerable periodo de tiempo en que Neruda fue acumulando multitud de experiencias vitales, como su papel consular en el lejano Oriente y más tarde en España, en plena guerra civil —donde, por cierto, tomó partido por la República—, una seguidilla de premios, amplio reconocimiento internacional, un precoz matrimonio fracasado al poco tiempo y la muerte de su única hija, Malva Marina, que fueron formando al artista y al hombre, con sus luces y sombras. A nosotros nos queda su testimonio y su palabra, y la invitación a aventurarnos entre los vastos pliegues de uno de nuestros mayores creadores.
Está ahí, pero es necesario salir a su encuentro.
Más allá de las máscaras.

Guillermo Riveros Álvarez

20 de mayo de 2004

Dylan Thomas Poemas. Antología poética bilingüe de Dylan Thomas.


Más que oportuna resulta la publicación de este nuevo libro de Al Margen Editores, debido a la doble conmemoración del nacimiento (90 años, en octubre de 2004) y la muerte (50 años, en noviembre de 2003) de uno de los más grandes poetas en lengua inglesa. Dylan Thomas, autor, entre otras cosas, del Retrato del artista cachorro (1940) y de Muertes y entradas (1946), nació en Swansea, Gales, provincia rural del imperio británico, el 27 de octubre de 1914, hijo de un maestro de la Swansea Grammar School y una mezquina campesina de Carmathenshire. Tempranamente, descubre en la poesía el idóneo oficio en que volcar su compulsiva afición a las palabras. De hecho, Y la muerte no tendrá dominio, una de sus más admirables elegías, se publicará en el New English Weekly antes de que su autor cumpla los diecinueve años. Junto a Rimbaud y Baudelaire, puede ser considerado como uno de los grandes titanes del panteón de la poesía maldita. ¿Por qué? Sin duda, por la mezcla de peripecia vital y audacia estilística emprendida en cada uno de sus trabajos, a la sombra del tabaco, el alcohol y su atormentada relación con Caitlin MacNamara, el empecinamiento en hacer de su vida una suerte de leyenda negra y, por cierto, por la tradicional muerte prematura que mutila la promesa de una obra admirable en el St. Vincent’s Hospital de Nueva York un 9 de noviembre de 1953, a causa de una seria intoxicación alcohólica. Su palabra es como un relámpago certero o una melodía envolvente tomada de los modelos galeses, a la vez bucólica y existencialista, que no podemos descifrar con ligereza ni rechazar con frustración, una palabra “marcada por vívidas metáforas, el uso de imaginería cristiana y freudiana, y por una celebración del prodigio del nacimiento y la muerte”; posee la noble y esquiva virtud de sumirnos en la deleitante perplejidad de lo sublime. “Mi poesía” sentenció alguna vez el propio Thomas, “es el esfuerzo individual desde la oscuridad hacia alguna medida de luz” . Ha sido traducida a nuestra lengua con brillantez y meticulosidad por Cristián Barros, el talentoso autor de Tango del Viudo, consiguiendo un acertado espejo, para que ni la muerte, ni el olvido tengan dominio…
Guillermo Riveros Álvarez

28 de abril de 2004

La danza de la realidad. Autobiografía de Alejandro Jodorowsky.


Alejandro Jodorowsky es uno de los hombres más fascinantes que haya dado nuestro país al mundo, un verdadero iluminado capaz de emocionarnos como solo los genios pueden hacerlo. Lo sostengo firme y responsablemente. Poeta, novelista, tarotista, titiritero, mimo, actor, cineasta, psicomago, este chileno descendiente de judíos ucranianos nacido en Tocopilla en 1929 puede darse el lujo de afirmar con precisión que, al menos en el ámbito del arte y la interpretación, las ha hecho todas, y que en todas ha conseguido una sobresaliente maestría. Su extraordinaria autobiografía: La danza de la realidad, no es más que una delirante confirmación de aquello: una historia tan absorbente como la mejor novela, pletórica de aventuras y personajes extraordinarios, ángeles y demonios. Su maltratada infancia en el norte, resulta especialmente conmovedora, debido a la pormenorizada crudeza y honestidad con que Jodorowsky revela los detalles de sus padecimientos y carencias. Como un obstáculo infranqueable a su proyecto destaca desde un comienzo Jaime, su padre, empecinado en una pedagogía de la crueldad, mientras su madre encorseta sus propios bríos y Raquel, su hermana, se desmorona por el derrotero de la poesía y la soledad. El mundo es cruel, concluye Alejandro, pero también existe el milagro. Hay que acabar con la maldición genealógica y buscar el propio destino, libres de atávicas ataduras. Llegará la poesía, el amor, el teatro, los viajes y las almas afines irán sembrando sus semillas. Con la ayuda de Stella Díaz, Enrique Lihn y muchísimos otros promoverá el desafío contra una sociedad que lo segrega doblemente, por ser artista y judío. Del teatro y el circo rescatará la expresión de todas las emociones y la importancia del símbolo para la vida y la salud. Del surrealismo, la integración de los planos antagónicos de la realidad, la conciliación de los opuestos. Un viaje extraordinario al alma de un hombre extraordinario. Un relato alucinante.

Guillermo Riveros Álvarez

28 de marzo de 2004

Está mala la cosa afuera. Colección de cuentos de Roberto Fuentes.

Conocí a Roberto Fuentes una tarde de noviembre de 2003, con motivo del lanzamiento de la antología de cuentos Ahora de Al Margen Editores en el bar El Perseguidor. Un pequeño libro amarillo, seis autores, seis relatos. Leí el volumen rápidamente y consideré que su cuento «¿No le parece un poco morboso?», era uno de los mejores, junto al de Ignacio Fritz. No solo por el tema escogido sino, principalmente, por su ejecución. Se notaba artesanía y oficio, agilidad e ingenio. Ambos descollaban con creces por sobre los demás; opinión compartida por todo mi círculo. Meses más tarde, volvimos a vernos y me envió dos nuevos textos que leí y revisé con el mismo interés de la primera ocasión. Pude percatarme de que más allá del entusiasmo de la juventud, existía talento verdadero y bastante trabajo. Roberto es, en efecto, un prolífico y entusiasta narrador. Es ameno, versátil y cercano. Su estilo es coloquial y directo, y sus historias, infinitas. El año pasado, ganó el primer premio de un concurso literario patrocinado por revista Paula con «No te acerques al Menotti», y ya tiene lista su primera novela Algo más que esto, pronta a editarse. También conduce el programa Con el libro a dos manos de radio Rock & Pop y trabaja como editor para la revista Plagio. Y no pretende detenerse. Está mala la cosa afuera es su primer libro solista de relatos. Se compone de quince títulos muy bien escritos, entretenidísimos y agradables de leer. Todas tienen algo que decirnos acerca de nosotros, como individuos y como chilenos. Sus temas van desde las campañas políticas a los amores platónicos, pasando por el mundo de la construcción y las pichangas de barrio. Sobresalen, a mi juicio, las historias protagonizadas por niños, ya que Roberto tiene un especial talento para recrear su mirada y su mundo con singular maestría. La carrera de Roberto Fuentes, ciertamente, recién comienza. Pero comienza muy bien. Con el tiempo, sin duda alguna, dará bastante de qué hablar...


Guillermo Riveros Álvarez

22 de enero de 2004

Estúpidos hombres blancos. Ensayo de Michael Moore. Ediciones B. 2003.


Quienes hayan disfrutado y se hayan sorprendido con Bowling for Columbine, sin duda alguna volverán a hacerlo con uno de los libros más divertidos, polémicos y mejor vendidos del último tiempo: Estúpidos hombres blancos, un proteico y divertido libelo escrito por el incomparable Michael Moore que, como siempre, logra combinar acertadamente humor y seriedad para tratar los temas más apremiantes del mundo actual. Se abre con la historia de la censura del propio libro, largamente pospuesto por Regan Books, para seguir con el fraude legal y procesal que permitió a George W. Bush arribar a la Casa Blanca con sus secuaces. Junior es sin duda, su favorito, por lo que le dedica una sorprendente y atrevida carta abierta en que lo desenmascara como un hombre prácticamente analfabeto, alcohólico y criminal. Continúa con un lapidario retrato de sus cómplices en el gobierno, develando las falsedades e injusticias de la economía actual, denunciando el mal inherente de la raza blanca y la masiva ignorancia de sus compatriotas, fustigando a los propios demócratas, que han ayudado a pavimentar el camino para las peores iniciativas republicanas, enalteciendo la superioridad de las mujeres frente a los hombres, y un largo etcétera, siempre insobornable y certero, contra cada uno de los males de EE.UU. y, por extensión, de nuestro mundo. Un largo catálogo de asombrosas denuncias, quejas y novedosas e hilarantes soluciones que nos sorprenderá, aleccionará y divertirá prolongadamente. Michael Moore se ha convertido sin duda y merecidamente en uno de los mayores líderes del movimiento «altermundialista» y uno de los mejores satíricos de la actualidad. A quienes aún no lo conocen, los invito a darse una jocosa oportunidad de aprender y disfrutar. Imprescindible.

En Internet: www.michaelmoore.com

Guillermo Riveros Álvarez